Me apresuro a mi habitación, me desplomo en el suelo de rodillas y grito un desesperado “¡¿Por qué?!, cubierto en llanto.
Hay ocasiones en que el dolor es tanto. A pesar del dolor, cuando somos personas que asumimos responsabilidad en nuestros asuntos, intentamos encontrar nuestra propia culpabilidad en ello. Estamos tan dispuestos a cambiar las cosas que lo primero que tratamos de hacer es buscar donde hemos fallado para merecer esto. De la misma manera, pensamos que quizás Dios también tiene alguna parte en ello. Por eso, muchos de nosotros, preguntamos ese “porqué”.
Sin embargo, he podido entender que ese “porqué” tiende a ser un desahogo natural de mi carne, cómo resultado de las situaciones que me suceden cuando están fuera de mi control. Intento explicarlas como causa y efecto propia. Lo cierto es que no necesariamente las cosas suceden por que yo las merezca ó no. Al igual que tampoco necesariamente ocurren por que Dios quiera enseñarme algo con ello. Hay cosas que pasan por razones independientes a mi ser y en ellas Dios se manifiesta de manera victoriosa.
Mientras expongo todo ante Dios con ese “porqué”, El va viendo la honestidad de mi corazón y mi disposición a admitir o corregir cualquier razón que sea mía. Yo luego pido perdón a Dios, porque honestamente, a veces ese “porqué” sale cómo un reclamo. Mientras, el Espíritu va consolando.
Luego de la descarga emocional— con un largo respiro—salen mis frustraciones. Al ser conectada con el consolador, comienzo a recordar quien es Dios en mi vida. Entonces, ya no encuentro necesidad de preguntar “¿por qué?”. Las cosas se ven mas claramente. No se trata de por qué ocurre esto. Se trata de quien es Dios en medio de esto.
Momentos de dolor he vivido y a pesar de que cualquier persona, inclusive yo, escogería no haber pasado por ello, no lamento del todo que hayan ocurrido. En esos momentos he podido conocer en carne propia los diferentes aspectos del Dios a quien yo le sirvo.
En mi angustia he conocido a un Dios consolador. En la injusticia he conocido a un Dios vindicador. En la soledad he conocido un amigo fiel. En la tribulación he conocido a un principe de paz.
Que gran manera de conocer quien El es.
Todo esto es posible únicamente por medio de la fe. Para conocer estos aspectos de Dios— cuando lo que estas viviendo parece ser lo contrario—hay que creer primero q El es.
Si no hubiese sido por medio de la fe, los resultados de la crisis hubiesen sido muy diferentes. Sin embargo, el comenzar a creer en Dios de esta manera (aunque no lo veas , no lo sientas o no lo entiendas en ese momento) provoca su manifestación.
Esta fe es la que supera tu emoción actual— aún cuando es totalmente válida y entendible. Esta fe es la que calma tus temores.
Yo no tengo todas las respuestas. De hecho, tampoco tengo las preguntas correctas. Pero si tengo el entendimiento de que mi Dios seguirá siendo el mismo—en mi crisis, en mi tormenta, en cualquier momento. El compromiso de Dios es conmigo, al igual que el mío es con El. No importa lo que suceda a mi alrededor, al final, mi Señor y yo, siempre ganaremos.