Me imagino lo que pudieron haber pasado los discipulos y sus seguidores esos tres dias. Extrañando a Jesús y a la expectativa de qué sucedería.
Un duelo, una promesa, una espera.
¿Suena familiar? De seguro. Pues es el proceso que podemos pasar muchos en diversas situaciones en esta vida.
He mencionado en la entrada inicial de esta serie, como Jesús nos dejó un ejemplo con su vida. Más su muerte y resureccion tienen tambien un mensaje de ejemplo para nosotros.
Un duelo. A pesar de que vivimos angustias, nuestros procesos de duelos o de sufrimientos, pueden ser muy diferentes a aquellos que no se refugian en Dios.
Una Promesa. Nos conforta la esperanza que encontramos en Cristo. Y la fe en el cumplimiento de sus promesas nos impulsa a continuar.
Una espera. En esos momentos bajo tierra, donde parece que es el fin, y que es mejor que rindas aquello que has aguardado porque no parece ser posible, nuestra fe suele ser comprobada y aumentada mediante los procesos de espera.
Pablo hizo referencia a nuestra vida de victoria por medio de la cruz:
“Pero gracias a Dios! Él nos da la victoria sobre el pecado y la muerte por medio de nuestro Señor Jesucristo.” 2 Corintios 15:57
Jamás podré ser demasiado bueno, jamás podré ganarme una justificación. Solo mediante la sangre que Él derramó yo tengo la victoria cuando me aferro a él.
El Dios que nos amo tanto hasta dar su vida por nosotros, continuará amandonos también en medio de cualquier duelo o en medio de cualquier espera, y hacia el cumplimiento de cada promesa.
En Cristo, la ausencia de señales de vida no significa que es el fin. Contamos con una gracia que cambia los lamentos en baile, las cenizas por bellezas y resucita muertos. En medio de cualquier sueño que necesita ser revivido en tu vida, cree que hay promesas por cumplir que tendrán que manifestarse en ella. Los finales en Cristo, no son de muerte. Los finales en Cristo siempre son de resurrección.