Es la única sonrisa que puede despertar las emociones mas puras y honestas de felicidad.
La sonrisa de mi bebé.
¿Quién iba a pensar? Luego de tantos años de vivir y sonreir por diferentes motivos, ninguna sonrisa que he tenido antes va ligada al sentimiento que acompaña la sonrisa de mi bebé. Es un sentimiento totalmente nuevo y es por eso que es tan interesante. Puedo identificarlo ya que nunca antes lo habia sentido.
Ese sentimiento no lo generan los caprichos, ni el coqueteo, ni la vanidad o ninguna otra relación en mi vida. Es el sentimiento de una madre al ver su mas grande deseo cumplido—el bienestar de su bebé.
No hay ni que esforzarse. No hay ni que pensarlo. Cuando mi bebé sonríe, automáticamente esos músculos faciales se contraen para que en mi rostro también aparezca una sonrisa paralela.
Es cómo un reflejo.
En ese momento, mi mente se concentra absolutamente en esta forma de comunicación tan especial que existe entre una madre y su bebé—el intercambio de sonrisas. Y es que con una simple expresión facial nos podemos decir tanto cómo un “te amo”, “gracias”, “que bueno verte”, “Te extrañé” o “eres lo maximo para mi”, entre otras cosas tan tiernas que parecemos decir cuando intercambiamos sonrisas de esa manera. Así nosotros nos entendemos muy bien.
Esas sonrisas proporcinan el momendo ideal acompañado de juegos, canciones, carcajadas y palmadas—según el momento aflore. Algo casi increible; algo jamás antes vivido. ¿Quien iba a imaginar todo lo que puede provocar unas simples sonrisas entre una mamá y un bebé?
Y se me olvida todo.
El mundo se detiene y por unos minutos yo disfruto de un momento platónico.
Libre de stress. Libre de preocupaciones. Libre de todo.
Porque en ese instante yo tengo de frente todo lo que verdaderamente importa en la vida.