La mejor manera en que puedo describir el año 2020 desde mi lente es mediante el proceso de la trilla, es decir, la separación del grano y la paja. Es un proceso importante donde el trillador prueba la identidad del grano para luego llevarlo a un estado de pureza y a una transformación, garantizando la mejor calidad del producto. Espiritualmente hablando, este proceso es uno de fe donde Dios es nuestro trillador y nosotros los granos.
Recuerdo que, a principio de este año, me encontraba justo en mi quinto mes de embarazo. ¡Se podrán imaginar la alegría que inundaba nuestros corazones de recibir a la primera nieta de la familia Rivera! Mi esposo y yo siempre hemos tenido en cuenta la Palabra de Proverbios 16:1 que dice: “El hombre propone y Dios dispone” por ende, ya habíamos propuesto nuestros planes a Dios que incluían la fecha del babyshower, la compra de los boletos de mis padres y los trámites del hospital. Sin embargo, de un momento a otro, nuestros planes se disiparon comprendiendo así que Dios nos iba a llevar a un proceso de trilla, es decir, un proceso de fe que, aunque doloroso, sería muy necesario para nuestras vidas.
Tan solo en el mes de enero comenzamos a ser movidos, primero con las inesperadas noticias de los terremotos en Puerto Rico que afectaron las áreas de las viviendas de nuestros familiares y luego con el trágico fallecimiento de un ser muy querido. Fueron golpes muy duros que nos llevaron a hacernos muchas preguntas y a experimentar incertidumbres, pero nuestra fe permaneció en la roca—Cristo Jesús pues él nos consolaba y hablaba de diversas formas. Un mes más tarde, surge la pandemia y a raíz de eso, el vuelo de mis padres tuvo que ser cancelado.
Aunque la desilusión de no tener a mis padres durante mi alumbramiento me entristeció mucho, el momento más difícil del año lo pasamos en mi noveno mes de embarazo. Según varios reportes médicos, nuestra bebé necesitaría ser intervenida quirúrgicamente inmediatamente al nacer pues estaba presentando problemas del corazón. Fue ahí, en medio de nuestra angustia que clamamos a Dios y él nos respondió. Para la gloria de Dios, nuestra hija nació sana y nuestra fe se hizo más fuerte y de mejor calidad.
Sin duda alguna—y como muchas otras personas— este año mi familia y yo hemos sido trillados de diversas formas. Pero, (me encantan los ‘peros’ de Dios), a pesar de lo difícil que ha sido, hoy puedo entender que Dios, en su infinita bondad, se ha revelado a nosotros como nuestro Señor, sanador y consolador. También, nos ha revelado en dónde ha estado puesta nuestra confianza; a unos para llevarlos al arrepentimiento y a otros para ayudarlos a permanecer firmes en la fe de modo que hoy puedan decir con convicción: “¡hasta aquí nos ha ayudado el Señor!” (1 Samuel 7:12).