El año 2020 ha sido un año que quedará para la historia. Y cada uno de nosotros, hemos vivido en carne propia un pedazo de las razones por lo cual este año será recordado como un año duro y difícil.
Por primera vez esta generación sufre una agonía global. Es decir, que lo que experimentamos en países avanzados como Estados Unidos, también es experimentado en otros países de pocos recursos. Sin embargo, aunque el virus sea el mismo en cualquier país, sus estragos pueden ser muy diferentes ante comunidades contrastadas por sus diferencias en economías y la accesibilidad al cuidado de la salud, entre otras cosas.
He tenido oportunidad de escuchar de otras personas como el Covid-19 ha impactado sus comunidades en otros países en adición a desastres naturales que han ocurrido este año. El sufrimiento humano ha sido el tema de este año y se ha manifestado en diferentes contextos dictados por las injusticias que los sistemas humanos han creado.
Mientras tanto, en este lado del mundo, no dejamos de luchar contra corrientes y teorías que no aportan ningún consuelo ni esperanza a los que más han sufrido. Entre el luto y la preocupación de muchos, a algunos nos ha tocado tan solo una leve porción de incomodidades, comparado con el sufrimiento de aquellos en nuestra propia tierra y en diferentes partes del mundo que han tenido que enfrentar lo peor de este tiempo.
Mientras medito en cómo ha sido este año para mí, no puedo evitar pensar en lo peor que sé que ha sido para muchos. ¿Qué les diría? ¿Que he sido bendecida porque no tuve que pasar por lo de ellos, pero ellos no fueron tan afortunados? ¿Que Dios ha sido fiel conmigo en medio de esto ya que no he tenido que pasar por ciertas cosas?—entonces estaría definiendo la fidelidad de Dios bajo circunstancias injustas que no pueden ser aplicadas a otros.
¿Que les dírias?
Si algo he aprendido este año es a basar mi teología en la soberanía de Dios y no en las limitaciones y en el pequeñísimo lugar de mis circunstancias. Dios es mucho mas grande y mas real, que cualquier circunstancia que tu y yo podamos pasar. Los proceso circunstánciales que tu y yo vivamos en este mundo no están diseñados para definir a Dios relacionalmente con nosotros. Los procesos circunstánciales que podemos vivir tan solo reflejan su soberania.
Él es Dios en la abundancia, y Dios en la escasez.
Es Dios en la tormenta, y Dios en la calma.
Es Dios en salud, y es Dios en la enfermedad.
Es Dios en la celebración, y también en el luto.
Luego de haber sido prosperado, Job fue llevado a calamidades, tan solo para lograr ampliar su entendimiento sobre la soberanía de Dios. Sin embargo, la crisis de Job reveló la teología frágil de sus amigos (Job 42).
Un reconocimiento sobre la soberanía de Dios fue lo que llevó a Job a decir al inicio de su crisis: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Pero luego, cuando se multiplicaron sus sufrimientos, Job entró en un dialogo argumentativo con Dios y se dió cuenta que su entendimiento sobre la soberanía de Dios se quedaba corto.
A sus argumentos Dios le contestó:
“¿Quién es este, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido
(Job 38:1)? »¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto! (v.4)”
Finalmente, Job tuvo que humillarse y responder:
«Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes. “¿Quién es este —has preguntado—,que sin conocimiento oscurece mi consejo?” Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas (Job 42:1-3).”
El es Dios soberano sobre todas nuestras circunstancias y su nombre está sobre todo nombre:
1 Crónicas dice lo siguiente:
“Tuya es, oh SEÑOR, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh SEÑOR, y tu te exaltas como soberano sobre todo (1Crónicas 29:11).
Hemos hechos planes que han sido atrasados y agendas que han quedado canceladas no por obra del hombre, sino por la soberanía de Dios. Si algo he aprendido este año es que es necesario abandonar nuestra costumbre por querer controlar y aparentar la manifestación de Dios en nuestras vidas y dejar que Dios sea el soberano sobre nosotros. “Podemos hacer nuestros planes, pero el SEÑOR, determina nuestros pasos (Proverbios 16:9).”
En vez de decir “yo declaro” sobre todo aquello que nos parece, es necesario tomar el consejo de Santiago de reconocer la soberanía de Dios en todo.
“Presten atención, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y nos quedaremos un año. Haremos negocios allí y ganaremos dinero». ¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma. Lo que deberían decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello». De lo contrario, están haciendo alarde de sus propios planes pretenciosos, y semejante jactancia es maligna (Santiago 4:13-17).“
Este nuevo año yo planifico vivir bajo la soberanía del Dios de todos aquellos que han creído en Él, aun en medio del sufrimiento y el dolor e independientemente de sus circunstancias. Que podamos crecer con una perspectiva del reino de esa manera, para poder ser enviados a otros más allá de los confines de nuestras propias circunstancias.
Que lo que hemos definido como “bendición de Dios”, podamos traducirlo a “soberanía de Dios” y darnos cuenta que somos llamados a bendecir a otros. Mientras anhelamos y esperamos una pronta recuperación de esta crisis, mi pensamiento se transporta a aquellos que su recuperación quedará mas atrasada y afectada. Si el Señor quiere, ahí yo quiero llegar y llevar conmigo aquello que hace que el reino de Jesús sea luz en medio del oscuro tiempo de la necesidad. Su soberanía reposa sobre todos nosotros.
Puedes escuchar el podcast de este mensaje aquí.