La piña se considera como la segunda fruta tropical más deliciosa, luego de la “banana”(para que todos entendamos). Sin embargo, en su apariencia, la piña es dura, tiene espinas y una cresta grande.
Lo cierto es que de primera impresión, la piña tal vez no sea la fruta más apetecible y cuesta trabajo disfrutar el sabor que lleva adentro. Sin embargo, cuando usamos las herramientas correctas para abrirla y llegar adentro de ella, podemos ver la suavidad de su interior y gustar su dulce sabor.
Así muchas veces pasa con algunas personas; de primer instante las vemos serias, pesadas, duras de carácter y, lamentablemente, nos podemos dar por vencidos en seguir intentado tratarlas. Terminamos juzgando su interior del mismo modo que vemos su exterior.
Esto me lleva a recordar el versículo de 1 Samuel 16:7 que dice:
“Pero el Señor le dijo: «No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura…. «No se trata de lo que el hombre ve; pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.»
No dejemos que las apariencias exteriores nos hagan rendirnos a la hora de tratar a una persona.
En la Palabra de Dios vemos el mejor ejemplo de cómo Jesús trataba con las personas según sus corazones y no por las apariencias. A algunos que querían tentarle, les hablaba con firmeza; mientras que a otros que querían conocerle, con dulzura. Algo importante de recalcar es que su trato para con los demás siempre fue justo y coherente con sus enseñanzas donde predominaban el mensaje de amor y obediencia al Padre.
En Lucas 7 hay un ejemplo “piña” que me gusta mucho. Es el del centurión. Los centuriones eran los oficiales de autoridad, encargados de mantener el orden público en el cumplimiento de las leyes de la época. Los centuriones llevaban puestas unas armaduras fuertes y resistentes que podían ser identificadas fácilmente a la distancia por todos los habitantes. Dice la Biblia que había un centurión, cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir. Éste había oído hablar de Jesús y mandó a unos dirigentes de los judíos a pedirle a Jesús que fuera a sanar a su siervo.
Al llegar Jesús al lugar, el centurión con humildad le pide a Jesús que dé la orden de sanidad pues él reconocía que no era digno de que Jesús entrara a su techo; actitud que asombró a Jesús por su demostración de fe y subordinación ante su autoridad superior y poder.
Vale la pena darle un chance a aquellas personas que pueden parecer muy duras en su exterior. Quizás sólo necesitas llegar a su corazón. A veces, quienes terminan siendo los más fieles y humildes son aquellas personas a quienes no les negaste la oportunidad de conocer más allá de su exterior.
Tal vez las personas con espinas, terminarán siendo las más dulces.