“Después todos ellos oraron: «Oh Señor, tú conoces cada corazón. Muéstranos a cuál de estos hombres has elegido como apóstol para que tome el lugar de Judas en este ministerio, porque él nos ha abandonado y se ha ido al lugar que le corresponde». Entonces echaron suertes, y MatÃas fue elegido para ser apóstol con los otros once.” (Hechos 1:23-26)
La incertidumbre es algo normal dentro de las limitaciones de nuestra capacidad humana. Si lo supiéramos todo entonces pudiéramos discernirlo todo por nuestra propia cuenta, pero no necesitarÃamos a Dios.
Dios no nos creo con la capacidad de tener todo esto por nosotros mismos, tan solo nos creo para adquirirlas explÃcitamente por medio de nuestra fe puesta en Él.
Es por eso que dice hebreos 11:1 dice que” “la fe es la certeza de lo que se espera, lo convicción de lo que no se ve.”
Constantemente en la vida nos encontramos puntos de cruce. Hemos llegado bajo la dirección de Dios pero no necesariamente sabemos exactamente como se ve el próximo tramo del camino a nuestro destino.
En muchas ocasiones, parece una encrucijada decidir y descifrar el próximo paso que debemos dar hacia la voluntad de Dios. ¡Que difÃcil! Hay veces que parece que todas las alternativas pueden ser buenas, sin embargo solo una es la que Dios quiere.
Los discÃpulos se encontraron en una encrucijada similar. HabÃan estado tiempo en oración buscando la promesa de Jesús y cuales eran los próximos pasos a seguir en el ministerio luego que Jesús habÃa ascendido. Pedro es iluminado a la revelación de que Judas debe ser remplazado y habÃan dos muy buenos candidatos—José y Matias. Cualquiera de los dos hubiese sido bueno. Pudieron haber tomado una decisión de votos o quizás hacÃan caso omiso o ni siquiera tomaban la decisión.
Sin embargo, decidieron acudir a una práctica antigua judÃa, que aunque parecÃa mÃstica, se usaba mucho a la hora de encontrar una selección divina. La práctica de “echar suertes” era similar a tirar los dados o una moneda y creer que Dios darÃa la contestación deseada en el resultado.
Puede parecer al azar, pero los discÃpulos estaban en oración y siendo guiados por Dios y creÃan en un Dios que contestaba.
Cuantas veces a nosotros igual nos parece que andamos echando suertes en nuestras decisones sin sentirnos seguros de la voluntad de Dios, aun cuando hemos orado por eso.
¿Porqué tememos si hemos puesto todo en sus manos? ¿Porqué tememos si nos hemos rendido a su voluntad? ¿Porqué tememos si hemos orado?
Mira lo que dice Proverbios:
“El Señor dirige nuestros pasos, entonces, ¿por qué tratar de entender todo lo que pasa?” (Proverbios 20:24)
La dirección que el Señor da no viene siempre o necesariamente acompañada de explicaciones o entendimiento—pregúntale a Abraham. No esperes entender, no esperes evidencias, solo asegúrate que sepas discernir la dirección del EspÃritu Santo, contrario a tus propios miedos, preferencias o inclinaciones.
Si has orado y has rendido tu corazón a su voluntad, solo confÃa que ya Dios esta ordenando tus pasos. Él es quien se encarga de cerrar puertas y ventanas que no son las correctas—pero también abre mares gigantes ante nuestros pasos de confianza en obediencia.
Si intentaste algo y la puerta se cerró— no te desanimes—no era la voluntad de Dios para ti.
Si hay algo que parece imposible, mas tu corazón esta siendo movido a ello luego de orar, también recuerda que lo imposible se puede hacer posible si es su voluntad.
ConfÃa en la dirección de Dios.
Ante cada incertidumbre y decisión te animo a que recuerdes las palabras que fueron dichas a Timoteo:
“Porque no nos ha dado Dios un espÃritu de cobardÃa, sino de poder, de amor y de dominio propio.”(2 Timoteo 1:7-9)
Camina.
No te detengas.
Mientras tu das los pasos, la dirección de Dios se manifiesta y la respuesta se hace evidencia ante ti mismo y aveces se ve asÃ:
“Por aquÃ…”
“Te fuiste por donde no era, da la vuelta que es por allá.”
“Esto primero, luego esto.”
“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre y él aprueba su camino.” (Salmos 37:23)