Esta semana enseñaba a mis dos hijos sobre la generosidad—¡porque creo que la generosidad se enseña!
Les compartía una historia bíblica antes de dormir, cómo de costumbre, sobre cómo hay que dar de corazón. Pero para indagar un poco sobre sus intereses y afectos antes de entrar de lleno en el tema, les pregunté:
“¿Qué los hace más felices: dar o recibir?” Sorprendentemente, respondieron al instante que el dar los hacía más felices, respuesta que me alegró mucho el corazón. Y es que, más que con palabras, la generosidad se enseña con hechos.
Mi esposo y yo hemos procurado el que nuestros hijos experimenten la bendición de dar. Les confieso que esto puede parecer un poco ‘retante’ en un tiempo donde abunda más el egoísmo y el materialismo. No podemos negar que hoy en día es muy evidente el énfasis que la sociedad da más al amor propio que el amor al prójimo.
Pero, como dice Marcos 9:23: “al que cree, todo le es posible.”
Es por eso que yo creo que con empeño y dedicación, podemos lograr que nuestros hijos crezcan con los valores y virtudes que la Palabra de Dios nos muestran a través de enseñanzas como la de Mateo 6:
»Cuando ustedes hagan una buena acción, no lo anuncien por todos lados; de lo contrario, Dios su Padre no les dará ningún premio. Si alguno de ustedes ayuda a los pobres, no se ponga a publicarlo en las sinagogas ni en los lugares por donde pasa la gente; eso lo hacen los hipócritas, que quieren que la gente los alabe. Les aseguro que ése es el único premio que ustedes recibirán. Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie. Así esa ayuda se mantendrá en secreto, y Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio.
En estos versículos podemos ver claramente el perfil de un corazón generoso:
Lo primero es: Llevar una buena intención a la acción. Un corazón generoso, no solo vive de palabras bonitas sino que da un paso más allá de hacer algo por ver cumplir un deseo genuino de ayudar.
Lo segundo es: No anunciarlo públicamente. Esto implica humildad y sentir la satisfacción de que hiciste una buena acción que alegra tu corazón y el de Dios. Muchas personas se mueven a llevar a cabo buenas acciones pero por vanagloria.
Lo tercero es: No esperar nada a cambio. No hay nada más lindo que hacer algo bueno desinteresadamente. La Biblia enseña en Colosenses 3:23 que todo lo que hagamos sea de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Creo que es la mejor manera de evitar decepciones que dañen nuestro corazón.
Y lo cuarto es: Compadecerse de los más necesitados sin divulgarlo. Entiendo que hay ocasiones en la que es necesario rendir cuentas con lo que hacemos con los recursos que tenemos a disposición o testificar lo que Dios nos ha permitido hacer. Pero, lo importante de mantener una buena acción en secreto es hacernos consientes de que Dios es quien se debe llevar toda la gloria y guardar nuestro corazón de ser alabados nosotros mismos o de sentirnos apropiados de su obra.
Teniendo en mente este perfil de un corazón dadivoso podemos lanzarnos a dar con una actitud generosa cuando examinamos nuestro propio corazón y no sólo medimos la cantidad de lo que damos sino nuestras intenciones y nuestras actitudes al hacerlo.
De esta manera, podemos llevar la responsabilidad de dar un buen ejemplo a esos pequeños ojos que nos siguen mientras complacemos el corazón de un Padre que nos recompensará por ello.
- No aumenté mi confianza, me afirmé en ella
- Transformados para trascender