Hay ocasiones en que se nos puede hacer difícil explicar el sentimiento de tristeza que tenemos. A mi me ha pasado. Puede que no tengamos deseos de llorar, pero sientes como un gran peso en tu corazón, aunque ni siquiera estés pensando en cosas tristes. Puedes llevar a cabo tu día normal pero ese sentimiento sigue ahí y trae desanimo en todo.
A veces, hasta se nos puede hacer difícil identificar la causa de este sentimiento. Seguramente, tienes razones válidas para sentirte triste, dolido, pesado o desanimado y, aunque no parece haber manera en que te puedas deshacer de ese sentimiento, quiero que sepas que el deseo de Dios no es que te sientas así.
Hay momentos en que necesitamos que Dios sea nuestro consolador y que su consuelo disipe la tristeza y el dolor, pero hay otros que necesitamos que Él sea nuestro libertador.
En los momentos en que he experimentado esto, he clamado a Dios como mi libertador, reconociendo que mis fuerzas y mi capacidad es limitada, pero Él sí puede sacarme de ese sentimiento. Él es el único que puede librarte de las tristezas, depresiones, ansiedades o cualquier estado de ánimo que te sobrevenga y parece tomar control sobre ti.
Cuando he visto que pasan 2, 3 días y todavía no me podido deshacer de ese sentimiento digo— “Señor, TÚ eres mi libertador, saca mi alma de este pesar.”
El salmista decía: “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará de mí: Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.” Salmos 40:17
Reconozco su poder sobre mi vida, pongo mi confianza sobre Él, y Dios no tarda en traer libertad sobre mi, deshaciendo así todo pesar. Nuestra fe en Él, hace que Él se mueva según creemos. Ponemos nuestra fe en Dios para tantas cosas; también tenemos que ponerla en Él para ser libertados de aquello que intenta aprisionarnos.
Reconozcamos nuestra condición humana, al igual que las cualidades divinas de Dios para obrar sobre nosotros. Cuando suela sucederte esto recuerda que Él también es tu libertador.