“Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza.” Salmo 130:5
No me molesta tener que esperar, aunque no estoy acostumbrada a tener que hacerlo. No soy la clase de persona que espera que llegue “su momento”, soy la clase de persona que va tras su momento. Mantengo mi enfoque hasta conseguirlo, y no es que así planifique hacerlo, sino que es parte de mi personalidad y me he dado cuenta que esta cualidad me ha ayudado a lograr muchas cosas y a ser quien soy hoy.
Últimamente, la vida me ha puesto en situaciones donde he tenido que hacer la paz con tener que esperar y con ceder el absoluto control de mi vida. La verdad es que hay ocasiones en que es necesario.
No me malinterpretes. Aún pienso que hay cosas que debemos perseguir incansable y desesperadamente. Pero hay otras donde la espera hace de la experiencia una mucho más bella y placentera.
Sin embargo, para muchos, esperar puede ser muy difícil y desesperante. Tener que esperar qué suceda algo, o conocer algo, puede producir en nosotros emociones muy incómodas como la ansiedad, inseguridad, miedo e impaciencia.
Pero, hay momentos en que nos conviene esperar, aunque nuestro corazón se acelere por liberarse de su impaciencia. He aprendido que mis momentos de esperar son momentos para cederle a Dios mi confianza y la oportunidad de que Él se manifieste en mi proceso.
Cuando decido esperar en Dios, estoy diciendo:
“Confío en ti Dios, no en mi misma.“
“Tu trazas mi camino, no yo.“
El proceso de esperar resultados o obtener dirección en Dios es un proceso que no desespera—porque aguarda la esperanza. Si te estas desesperado, lo estás haciendo mal. Esto sólo indica que necesitas aumentar tu confianza en Dios y en aceptar su voluntad para tu vida.
Nuestros intentos por esperar pacientemente serán arruinados si tenemos miedo a que, al final de la espera, no recibamos lo que esperamos. Tengamos en mente que al final de cada espera, sea que obtengamos un sí o un no, siempre ganamos. Pues cualquiera que sea el resultado, será parte de la magnífica voluntad de Dios en nosotros— el cual podemos tener absoluta confianza en ella, como nada más.
Espera sin desesperarte. Espera con ESPERAnza.