Hay momentos en que nos podemos encontrar caídos o desfallecidos. Nuestros ánimos y fuerzas pueden estar abajo y con ello nuestro rendimiento. Puede ser muy frustraste para nosotros, porque realmente no queremos estar ahí, daríamos todo por poder levantarnos, pero simplemente la caída nos has dejado lesionados—imposible que pudiéramos sostenernos sobre nuestros pies.
El cuerpo de Job había desfallecido y todos se habían alejado de él. ¿Quién lo levantaría? Aunque fue tentado a abandonar su fe o pensar que Dios también lo sabia abandonado, Job pudo conseguir afirmar su fe aun medio de su miseria.
Y quizás fue cuando se dio de cuanta que llegaría un momento en que, como quiera, todo acabaría. La carne de su cuerpo, sus riquezas, los amigos que lo habían abandonado—todo tendría su fin. Ante el contraste de todo lo terrenal y perecedero pudo sobresalir el único eterno.
Mi cuerpo puede estar desfalleciendo…pero se que te veré.
Todo este mundo pasará…pero tú estas sobre él.
Yo te veré y también seré levantado.
¿Por qué ponemos tantas expectativas en lo que sucede en esta tierra, si sabemos que nuestro fin es uno glorioso? En medio del dolor, de tu decepción y tu desanimo, te invito a que seas lleno de asombro al meditar en la gloria eterna de Dios que será manifestada sobre ti y sobre toda la tierra.
“Pero en cuanto a mí, sé que mi Redentor vive,
y un día por fin estará sobre la tierra.
Y después que mi cuerpo se haya descompuesto,
¡todavía en mi cuerpo veré a Dios!
Yo mismo lo veré;
así es, lo veré con mis propios ojos.
¡Este pensamiento me llena de asombro!” Job 19:25-27
