Crees que estás listo para rendirte, pero después de un tiempo, resulta que en tu núcleo más profundo, no puedes hacerlo.
Yo valoro eso.
Cuando lo has puesto todo ante Dios, y has llegado a ese punto, creo que Dios te está diciendo que no se rendirá también. En realidad, puede significar que Él apenas está empezando.
Cuando mantuviste tu rendimiento al cien por ciento todo el camino y llegas a lo que parece el final y te preguntas: “¿y ahora que?”.
Cuando sientes que lo has dado todo a Dios y te rascas la cabeza pensando: “¿qué más?”. Puede ser el momento en que Dios comienza a intervenir en las áreas donde Él no pudo entrar antes.
Has llegado al final de ti mismo. En este punto, no tienes ninguna fuerza y es imposible seguir intentándolo. Lo bueno es que Dios se especializa en hacer milagros cuando se trata de fuerza.
Asà lo dice en IsaÃas: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. “. Is 40:29
Dice que multiplica la fuerza a los que no tienen. Entonces, de cero o nada, él hace algo. Solo Dios puede hacer eso. Si te preguntas cómo has logrado levantarte de nuevo e incorporarte; entiende que no era tu habilidad hacerlo. Esa fuerza vino de Dios.
El fin de ti mismo es un lugar donde sometes todo al EspÃritu, comenzando por ti mismo. A partir de este momento, sabes que solo Dios puede hacer que te muevas hacia adelante. No es posible de ningún otro modo. Estas cómodo en caminar ciego sin conocer el camino, porque estás confiando completamente en Él.
El fin de ti mismo es ese momento en el que sientes que simplemente no estás listo para renunciar a tu fe, incluso cuando no tienes nada. En ese momento, tu fe se reforma para convertirse en una inquebrantable y, debido a eso, comienzas a ver milagros, el tipo de milagros que ocurren dentro de ti. Y luego te das cuenta que esa fe es el escenario perfecto y necesario para el comienzo de una historia muy diferente.