En un tiempo como éste donde hay tanta necesidad espiritual, lamentablemente muchos de nosotros nos hemos hallado en un estado de pereza espiritual o desánimo. Es por eso que hay una exhortación del apóstol Pablo a Timoteo en la que les invito a meditar, seguido por preguntas de reflexión:
“Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.” 2 Timoteo 1:6
Son varios aspectos claves a considerar en este pasaje. El primero es “recordar”. Al decir “te recuerdo” está implicando un énfasis de prestar atención a una experiencia importante del pasado para despertar el deseo de vivirla nuevamente.
¿Puedes recordar aquellos momentos donde servías apasionadamente con tus dones? ¿Deseas experimentarlos nuevamente?
Lo segundo es “avivar el fuego de Dios que hay en nosotros”. Hay varias maneras de cumplir con nuestra responsabilidad de avivar ese fuego:
1. Entendiendo que el don es de Dios y es un tesoro muy valioso (2 Corintios 4:7),
2. Permitirle a Dios que produzca en nosotros el querer como el hacer, por su voluntad (Filipenses 2:13)
3. Andando en el espíritu y no satisfaciendo para los deseos de la carne (Gálatas 5:16).
¿Consideramos a Dios en cada decisión que estamos tomando?
Por último, tenemos la frase: “por la imposición de mis manos.” Sin duda, esto me hace entender que Pablo le está haciendo recordar a su discípulo Timoteo que al estar avivado ese don espiritual en él, puede impartir de eso a otros tal y cómo él mismo lo recibió al Pablo imponerle sus manos.
¿Estamos dando por gracia lo que por gracia hemos recibido?
Tal vez en nuestro pasado, hayamos experimentado el mover sobrenatural de Dios y hoy veamos una decadencia. Pero, Dios no desea que nos desanimemos ni vivamos de glorias pasadas. Él desea que recordemos que su poder sigue vivo HOY en nosotros y el avivarlo no solo se trata del impacto bueno en nuestra propia vida sino en la vida de aquellos a nuestro alrededor que también necesitan conocer las virtudes de Cristo.