Hace unos meses, enfrentaba mucho desanimo. Luego de una temporada de más de dos años de mucho trabajo, mi espíritu se fue en “strike” —en huelga— como decimos los puertorriqueños.

Siempre he disfrutado mi trabajo y ahora más que me sentía enviada a hacer lo que estaba haciendo. Pero en esta ocasión, me faltaba tiempo de pausa y descanso y todavía tenia muchos retos delante de mí. Puede ser mentalmente exhausto enfrentar que todavía te queda camino por recorrer cuando ya has tenido una carrera intensa.

No tenia las ganas de seguir. No lo verbalizaba pero, dentro de mí, me preguntaba si todo lo que estaba haciendo realmente iba a tener el propósito con el cual lo hacia.

Prácticamente estaba en modo automático en mi día a dia. Sin pensar nada mucho, sin darle mucha cabeza—desesperadamente buscaba distracciones. Era normal y esperado lo que estaba sucediendo si consideraba mi historia.

Entre los sube y bajas, derrotas y victorias, momentos extáticos de alegrías y de conquistas que luego se encuentran con tener que enfrentar la cruda soledad de algunos días—era fácil ver que la raíz de mi desánimo no era tan solo mi necesidad de pausar.

Más bien, era encontrar que aun aguardaba muchas cosas. Aunque podia ver cómo ya Dios iba encaminando mi vida, aun esperaba en Dios cosas muy importantes y necesarias. Es fácil desanimarse cuando trabajas tanto para estar bien, el tiempo pasa y no ves una obra completada.

Finalmente, tuve que aceptar que estaba desanimada, pero no podia quedarme ahí. Luego de tanto trabajar por al menos estar en el camino que deseaba, no iba a rendirme por un simple desánimo. Ahora me tocaba pensar cómo salir de él.

Mi situación no iba a cambiar—no podia depender de que un cambio me animara. Definitivamente, no podia seguir dándole lugar a ese desánimo, el cual comienza muy sutil, pero tiene la capacidad de terminar de acabar con todo aquello por lo cual has trabajado arduamente.

Como el salmista, tuve que confrontar y hablarle a mi alma:

“¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.” Salmo 42

Si el desánimo se apoderaba de mi, de seguro no iba a conseguir nada. Necesitaba combatirlo. No hay una formula secreta o una tarea especifica que te ayude a combatir el desánimo. La realidad es que el desanimo refleja cuando nuestra fe se ha fatigado. Quedamos exhaustos de tener que caminar en fe dia a dia.

Lo peor de todo es que la resolución para nuestro desánimo no vendrá con una solución de parte de Dios a nuestros problemas. Mas bien viene con un: “Come y bebe, que largo camino te resta”—como le dijo Dios a Elias.

Refrigerio.

Eso es lo que quita el desánimo.

Necesitas identificar tu problema como uno que necesita re-encontrarse con su fe. Ese re-encuentro ocurre por medio de refrigerios en su presencia. Así como el salmista le hablaba a su alma, fuérzala a entrar en su presencia por medio de alabanzas. Es allí el lugar donde el alma se refresca y la fe vuelve a renacer por obra del Espíritu Santo.

No pienses que puedes hacer esto tú solo. Esto requiere una conciencia que empuja tu voluntad fuera del lugar de donde está (el desánimo) al lugar de donde eres renovado (su presencia).

Tú solo llega allí, lo demás es cosa de Dios.


Jenilee Rebarber

Jenilee Rebarber es la fundadora de The Altar Place. Jenilee es nativa de Puerto Rico, y vive en el estado de Florida en EU con su hijo Adrián. Es doctora en optometría, empresaria y estudiante del seminario de Liderazgo Ministerial de la Universidad Southeastern. A través de cada temporada y rol, Jenilee ha permitido que cada área de su vida la lleve más cerca de Jesús y le gusta poner eso en palabras. Sus escritos se han publicado en WomenLeaders.com de Christianity Today, en el blog Boundless de Focus on the Family, en la Revista La Fuente y ha sido miembro del entrenamiento de escritores Compel. Para contacto e invitaciones puedes escribirle a: jenilee@thealtarplace.com