La mujer Sunamita de 2 Reyes 4:8-37, se puede decir que lo tenía todo. Dice la palabra que era una mujer rica, pero también era una mujer piadosa, que buscaba y servía a Dios. Ella tuvo la inquietud de invitar al profeta Eliseo a comer a su casa y, eventualmente, construyó un pequeño cuarto en su azotea—un aposento. Lo amuebló con una cama, una mesa y una lámpara para cuando el profeta pasara por la ciudad tuviera donde reposar.

Esta mujer, estaba casada, pero no tenía hijos. Su esposo era de avanzada edad y para ese tiempo era muy importante para una mujer tener un hijo que pudiera trabajar y continuar ayudándola cuando ella también alcanzara su avanzada edad.


Me puedo imaginar el proceso de angustia que esta mujer vivió enfrentando la inhabilidad de obtener el deseo natural de tener un hijo. Sin embargo, parece que esta mujer ya había hecho las paces con la realidad de su vida.  Puede ser que se sentía relativamente contenta con su situación, pues cuando el profeta desea bendecirla en agradecimiento y le pregunta que pueden hacer por ella, la Sunamita contesta muy conforme con lo que tiene—que ya está bien cuidada (v.13). 

Quizás ella había alcanzado ese estado de entender que Dios era siempre bueno y que Dios había sido muy abundante ya con la vida que le había dado. Quizás ella alcanzó a sentirse como Pablo: “He aprendido a contentarme, no importa cuál sea mi situación (Filip. 4:11).

El profeta, aun así, desea bendecirla con lo que no tiene y declara una palabra de que sería bendecida con un hijo en sus brazos tan rápido como el próximo año. La Sunamita recibe la palabra con las dudas provocadas por su experiencia, pues piensa que sus esperanzas pueden ser defraudadas una vez más. 

“—¡No, señor mío!—exclamó ella—. Hombre de Dios, no me engañes así ni me des falsas esperanzas.” (v.16)

Al año, efectivamente, ella tiene el niño en sus brazos. Qué bueno que la bondad de Dios va mucho más allá de nuestro conformismo. Que no importa cuánto nos hayan faltado las esperanzas, cuan cómodamente hemos logrado hacer las paces con las situaciones de nuestra vida, Dios siempre desea más y tiene más para darnos. 

Al tu leer esto, yo quisiera que entendieras que, aunque hayas alcanzado a estar contento con tu situación, no tienes que renunciar a las esperanzas por más. Creo que la Sunamita nunca abandonó esas esperanzas, pues es posible que su inquietud por acercarse al profeta y hacerle ese lugar en su casa era parte de esa pequeña, quizás diminuta esperanza que le quedaba.

Receptivos a la inquietud y abriendo espacio

Por más sentimientos encontrados que tengas con tu realidad, al igual que la Sunamita, es importante que siempre le abras espacio y lugar al Señor para esa esperanza en Él. Yo me imagino cuando el profeta no estaba en la casa, cuantas veces quizás ella visitaba ese cuarto, quizás a limpiarlo, pero ahí pensaba en esa esperanza que tenia de que Dios viera su esfuerzo, su corazón, su servicio, se acordara de ella y usara al profeta.  Por eso es importante que te mantengas receptivo y abierto a lo que Dios te está moviendo e inquietando tu corazón a hacer y siempre mantengas tu esperanza en la bondad de Dios.

Un día el niño prometido muere en sus brazos. La respuesta inmediata de ella fue llevar el cuerpo del niño a la cama del aposento del profeta.  Ella sabía que ese milagro nació de ese aposento—del lugar que ella preparó para invitar al Señor a morar dentro de su poca esperanza. La Sunamita ni siquiera le dijo a su marido que el niño había muerto y sale corriendo en un largo viaje para buscar al profeta personalmente.

Confiando que todo estará bien, cuando no todo está bien

Mientras el niño había muerto, la respuesta de la Sunamita tanto para su esposo como para el sirviente fue: “Todo está bien” (v.23,25). Y no creo que fuera negación, creo que su vida probablemente ya estaba condicionada para creer que todo estaba bien, aunque podía estar mejor. 

Probablemente, había ya aprendido a repetirse a sí misma que todo estaba bien, aunque sintiera que algo faltaba en su alma. No veo algún problema con eso, creo que es algo muy digno de admirar contrario a volverse una persona amargada, resentida y aturdida por lo que no tenía. 

Lo que Dios desea enseñarnos por medio de esta maravillosa historia es que Dios siempre tiene mucho más de lo que imaginamos y pedimos. Su bondad para nuestra vida es real. Cuando nosotros venimos a Dios con el corazón roto por la esperanza que ha quedado fragmentada, pero aun así reservamos un espacio, un aposento para la única y verdadera esperanza que podemos tener en Él, aun por encima de nuestra realidad, Dios se manifiesta en esa esperanza. Tan cierto como que su palabra dice:

“Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado.” (Salmos 25:3 LBLA)

Elíseo fue al aposento, oró a dios y el niño revivió. De igual manera que la Sunamita arregló ese aposento para el profeta Elíseo, Jesús antes de morir mandó a preparar un aposento para él y sus discípulos donde tendrían la santa cena y luego el lugar de reunión y oración de los discípulos ante la muerte del Señor.  Al igual que el de la Sunamita, este aposento ya estaba arreglado y preparado para el Señor.

“Jesús envió a dos de sus discípulos. Les dijo: «Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: “El Maestro pregunta: ‘¿Dónde está el aposento en donde comeré la pascua con mis discípulos?’” El dueño les mostrará entonces un gran aposento alto, ya dispuesto. Hagan allí los preparativos para nosotros.» (Marcos 14:14 RVC)

Es este aposento donde en Hechos 2, luego se cumplió la gran esperada promesa de Joel 2:28 y el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos cuando oraban.  Los discípulos creyeron, mantuvieron su esperanza y oraban a Dios constantemente en ese lugar. En el aposento que hizo la Sunamita también hubo promesas cumplidas, manifestación de la bondad infinita de Dios, milagros y resurrección.

¿De que manera podrá manifestarse Dios en ti cuando tu también decides hacer de tu vida, tu casa o iglesia un lugar de aposento, bien arreglado, donde Dios pueda reposar? Quizás ya estas conforme con todo, pero yo no tengo duda, ¡de que todavía hay mucho más!

Hay más. 

Espera más.

Prepara un aposento donde Dios pueda habitar—un lugar para buscar su presencia y anclarte en sus promesas. Dios te visitará y te recompensará. Su presencia se manifestará. Mantén tu esperanza en Dios y sus promesas se cumplirán.


Jenilee Rebarber

Jenilee Rebarber es la fundadora de The Altar Place. Jenilee es nativa de Puerto Rico, y vive en el estado de Florida en EU con su hijo Adrián. Es doctora en optometría, empresaria y estudiante del seminario de Liderazgo Ministerial de la Universidad Southeastern. A través de cada temporada y rol, Jenilee ha permitido que cada área de su vida la lleve más cerca de Jesús y le gusta poner eso en palabras. Sus escritos se han publicado en WomenLeaders.com de Christianity Today, en el blog Boundless de Focus on the Family, en la Revista La Fuente y ha sido miembro del entrenamiento de escritores Compel. Para contacto e invitaciones puedes escribirle a: jenilee@thealtarplace.com