“El SEÑOR es bueno, un refugio seguro cuando llegan dificultades. Él está cerca de los que confían en él.”
Nahúm 1:7
Hoy, como todos estos días, me despertaron los pasitos de un niño caminando hacia mi cama—el cual me hace pensar: “Que bueno eres Dios”. Luego de meditar en la bondad de Dios, me puse a pensar en que es lo que me hace meditar en su bondad (así soy).
Pensaba en los momentos de mi vida que había tenido como este, donde involuntariamente digo “que bueno eres Dios”— porque veo reflejada su bondad en ellos. Pude entender que lo que nos hace experimentar, sentir y testificar de la bondad de Dios es su presencia. No es tener algo, no es algo bueno que nos suceda, sino más bien son esos momentos marcados por su pura gracia, donde Él nos hace sentir que está presente.
Aquellos momentos los cuales no tiene nada que ver con nosotros, sino simplemente el hecho de percibir que Dios está en medio de nosotros. He dicho “Dios es bueno”, en esos momentos donde he experimentado la presencia de Dios de manera natural en mi vida.
En los momentos que disfruto con mi niño o cuando salgo de mi casa en la mañana y veo que es un hermoso día. Como creyentes, a veces quedamos tan fascinados con lo supernatural, que perdemos la habilidad de contemplar la presencia de Dios en medio de lo natural—en aquello que Él creó y nos rodea.
En medio de todo el ruido y ajetreo de la vida puede ser muy fácil perder la habilidad de encontrar la bondad y la presencia de Dios de esta manera. Nuestro espíritu necesita estar muy receptivo para percibirlo tan simplemente.
A pesar de lo que estemos viviendo, te invito a que abras tu espíritu para poder presenciar a Dios en estos simples detalles. Cuando logres hacerlo seguro dirás: “Que bueno eres Dios”.
Dios sigue siendo más que bueno en estar con, y para nosotros, y en regalarnos su presencia, aun cuando la vida en este mundo insiste en no tratarnos muy bien que digamos. El sigue siendo más que bueno.