«La esperanza es lo último que se pierde»— lo hemos escuchado, lo hemos dicho, lo hemos vivido. Aferrarse a la esperanza puede ser algo maravilloso y muy poderoso, incluso capaz de empujar a las personas a sobrevivir y atravesar las condiciones de vida más difíciles, tan solo por la esperanza de llegar a vivir la vida que desean. La esperanza es realmente lo que nos impulsa a continuar tras esa vida, aun cuando la vida no nos va como realmente esperábamos.

Ironía.

La esperanza puede estar llena de ironía. Puede parecer irónico cuando tienes esa insistencia y esa persistencia en mantener la esperanza cuando, pero no tienes las razones para pensar que tendrás éxito con la esperanza. La ironía de la esperanza es lo que hace que la esperanza nos interese y, al mismo tiempo, lo que puede tentarnos a abandonarla. Por mucho que desees mantener la esperanza, puede resultarte fácil renunciar a ella y, desafortunadamente, muchos terminan perdiendo su esperanza. Es mucho más fácil renunciar a la esperanza que mantenerla.

El desánimo es fácilmente hallado en la vida en estos días. Nos desanimamos por las personas, por lo difícil que puede ser lograr las cosas que queremos y por cómo resultó la vida para nosotros. Pero, para muchos de nosotros, por mucho que luchemos por mantener nuestra esperanza, este elemento no es un sentimiento que estemos dispuestos a dejar ir.

En esta temporada de Adviento, me alegra recordar una vez más que todavía puedo elegir la esperanza. Piensa en Israel y en lo que esperaban con el Mesías, su esperanza fue renovada cuando nació Jesús. Él no nació para que ellos perdieran la esperanza o para tener una esperanza diferente, sino para que ellos, y nosotros, canalizáramos nuestra esperanza correctamente a través de Él.

A veces, nuestra esperanza debe ser renovada y cobrar vida de una manera completamente nueva, tal como lo hizo Jesús. Hoy, al comenzar a reflexionar sobre el nacimiento de Jesús y todo lo que significa para nosotros, tengo el desafío de pensar en cómo mi esperanza debe renovarse en Él. Sé que esto significa que mi estrategia actual para aguardar la esperanza será derrumbada, a manera que reafirmo y descubro un nuevo nacimiento de esperanza al acercarme a Jesús.

A veces, lo necesitamos.

A nuestra esperanza actual, a veces necesitamos agregar esperanza contra esperanza, al proponernos continuar nuestra fe. Abraham creyó esperanza contra esperanza, incluso pensó que parecía que no había razón para tener esperanza. Él había decidido confiar en que las palabras de Dios eran fieles y que Dios era poderoso para hacerlas realidad a pesar de la improbabilidad de la realidad de su situación.

Abraham no solo puso su esperanza en Dios independientemente de su estado actual, sino que también continuó renovando su esperanza, agregando la esperanza correctamente canalizada en la persona de Dios a su esperanza actual, a medida que avanzaba en su camino de fe. Mientras pensamos en Jesús que nos ha nacido, espero que podamos llegar a ver que no es el momento de decidir abandonar nuestra esperanza, sino de agregar esperanza en la persona de Jesús, sus palabras y sus promesas a nuestra esperanza actual. Que nuestra esperanza sea renovada de esa manera hoy.


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