Justo comenzando el verano, podemos percibir en la atmósfera terrenal muchas celebraciones que realzan el orgullo de muchas personas; muchos se enorgullecen por el cumplimiento de sus metas físicas, laborales y educativas. Otros celebran con orgullo el pertenecer a la nación americana y otros, de estar afiliados a ciertos grupos sociales de gran popularidad. Lo cierto es que, todos podemos sentirnos orgullosos de algo; tanto en el sentido de superioridad, como el el sentido de satisfacción de algo a lo que nos atribuimos mérito propio.
Como creyentes, no debemos perder de perspectiva lo que Dios nos ha dicho en su Palabra respecto a las cosas terrenales. Varios versículos nos recuerdan que, aunque vivimos en este mundo, no somos del mundo; que la tierra es nuestra casa temporal y que debemos procurar hacer tesoros en el cielo (Mat.6:19-21). También nos advierte en Romanos 12:2 a no conformarnos con las corrientes de este mundo y a guardar nuestro corazón sobre sobre todas las cosas (Pro.4:23).
Entonces, ¿cómo y de qué debemos enorgullecernos los creyentes?
Dice la Biblia en Jeremías 9:24:
“Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que a mí me agrada. Yo, el Señor, lo afirmo.”
Este pasaje, el cual se enfatiza nuevamente en 1 Corintios 1:31, nos mantiene en la justa perspectiva de que no hay mayor logro en la vida que conocer a Jesús pues no hay nadie como él. Es reconocer que, aún lo que consideramos como “logros personales”, realmente se lo debemos a él pues, en su amor y misericordia, es quien nos permite vivir y actuar haciendo todo lo que nos proponemos. Proverbios 16:1 dice: “El hombre propone y Dios dispone.” Por lo tanto, toda la gloria, todo mérito y reconocimiento debe ser dada siempre a él.
Aunque ésta no sea la posición más popular de orgullo hoy día, todavía Dios recompensa a todo aquel que no teme a confesar:
“A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen…” Romanos 1:16.