He estado pensando recientemente en las diferentes maneras en que podemos hacer Ćdolos de otras personas. No estoy hablando de ese artista famoso que nos encanta, ni ese tipo de cosas. Me refiero a la manera en que nos relacionamos con personas que amamos: nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos o nuestras parejas.
ComĆŗnmente podemos ver parejas obsesionadas, relaciones daƱinas, madres controladoras, hijos que no pueden independizarse emocionalmente de sus padres o viceversa. Todo ese tipo de cosas de alguna manera surge porque alguien ha idolatrado a otra persona a tal manera de pensar que necesita a esa persona mas allĆ” de la capacidad para lo cual la relaciĆ³n fue diseƱada.
Y no es que no tengamos amor y adoraciĆ³n por aquellos que asĆ lo merecen en nuestras vidas, al contrario, hablo de otros casos, esos en las cuales la relaciĆ³n no hace un bien. Muchas personas temen terminar una relaciĆ³n, tomar una distancia necesaria o renunciar a los sentimientos que tienen por alguien, debido a que han colocado una necesidad emocional sobre la relaciĆ³n. ĀæPero piĆ©nsalo, realmente necesitamos a alguien para vivir?
No lo creo.
Nuestras necesidades emocionales solo pueden ser satisfechas dentro de una identidad con nuestro creadorāel Ćŗnico que puede soplar aliento de vida sobre nosotros. Pero muchas veces no hemos encontrado esa seguridad de vida e identidad absoluta en nuestro Padre celestial, por lo cual pensamos que la encontramos en aquellos que han dicho que nos aman y con quienes hemos compartido amor. Pero, las personas fallan, las relaciones son frĆ”giles y es ahi donde se nos puede venir el mundo abajo.
A mĆ me pasĆ³. Por aƱos me resultĆ³ difĆcil aceptar el desamor de quien habĆa amado. Y es que a veces, aunque no es debido, insistimos, hasta mas no poder, en ser amados por quien no quiere (porque sabemos que el que quiere, quiere).
Insistimos, debido a nuestra necesidad legitima de ser amados y nuestra falta de identidad en conocer la plenitud del amor de Dios por nosotrosāel Ćŗnico que realmente satisface. Entonces, hacemos de esas personas, que sentimos que necesitamos, un Dios que nos provee esa falsa identidad de que somos amados. La gente no fue diseƱada para ser nuestro Dios, de la misma manera que tampoco fuimos creados para estar solos.
Por eso, aprendemos a amar correctamente cuĆ”ndo le dejamos a Dios las Ćŗnicas necesidades que Ćl puede llenar en vez de ponerlas sobre otras personas. Solo ahĆ es cuando podemos entender que el verdadero amor por otros es sereno, se mueve en paz tranquilamente aceptando lo que resulte. PorquĆ© amar a veces es tambiĆ©n saber dejar ir y decir āadiĆ³sā, el cual resulta ser un āA Diosāāse lo dejo a Dios.
Eso tambiĆ©n es amar. Que mucho me costĆ³ aprender eso.Ā
Lo aprendi en ese momento en que el amor de Dios me abrazĆ³ tan y tan fuerte que ya no habĆa duda de lo que era realmente el amor. No habĆa temor al desamor, porque su perfecto amor echĆ³ fuera el temor, trayendo consigo una luz a mi camino para permanecer y perseguir esa misma clase de amor.
El Ćŗnico. El verdadero.